En Bolivia el triunfo argentino se siente como propio: ¿trivialidad o alienación?
Es un hecho conocido que los relatores y conductores
principales para la transmisión oficial en Bolivia del mundial en Qatar 2022
pertenecen a ESPN - Argentina y que llegaron al país específicamente para
cumplir dicho propósito. Asimismo, los derechos de transmisión del mundial estuvieron
repartidos entre la telefonía TIGO y las televisoras Unitel, Red Uno y el canal
estatal TVB.
Sin embargo, en redes sociales se manifestaron
algunas molestias por el hecho de que relatores argentinos estén a cargo de la
transmisión oficial en Bolivia, como si en el país no se contara con relatores
nacionales que puedan asumir dicha labor.
El reclamo de los usuarios —más que estar impulsado
por una aparente xenofobia— se refería a la posibilidad de contar con relatores
imparciales que amenicen los interesantes encuentros del mundial, después de
todo, se sabe que tanto relatores argentinos como mexicanos acostumbran a ser
bastante parcializados con sus respectivas selecciones (cosa que se critica
frecuentemente en las plataformas de ESPN – Latinoamérica ya que el continente
cuenta con más de dos países).
Tal desconfianza se ratificó en la transmisión de la
final del mundial en la cual los relatores argentinos perdieron toda sobriedad
apoyando dogmáticamente a su selección, incluso uno de ellos pidió disculpas
por su poco profesionalismo.
Del mismo modo, durante el último mes y medio, los
triunfos de la selección argentina se vienen festejando por los y las
conductoras-relatoras de Tigo Sports como si fueran propios.
No cabe duda que en la televisión boliviana existe
una especie de “argentino-centrismo” que probablemente no se deba a sobornos de
supuestos dueños argentinos de grandes empresas patrocinadoras sino a una
sincera autopercepción de los conductores locales de una identidad argentino-urbana
cuasi boliviana (en redes sociales se les denominó peyorativamente boligauchos).
Antes de proseguir, vale la pena aclarar que la
intención de este breve artículo no es alimentar la xenofobia en el país sino
reflexionar en torno la frágil construcción de lo nacional.
Tómese el caso de la película El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007) en la
cual se aprecia con claridad la distinción entre una sana imitación de un
ejemplo a seguir y una patológica encarnación de esa figura ejemplar.
Jesse James es un personaje de la vida real, fue un pistolero
asaltante de bancos que gozó de popularidad y admiración. En la película es
interpretado por nadie más y nadie menos que Brad Pitt. Por el contrario,
Robert Ford fue un joven con poca experiencia social que desde la niñez sintió
una profunda admiración por el forajido estadounidense y que, tras conseguir
unirse a la banda de su ídolo, le disparó por la espalda mientras James
limpiaba un cuadro.
En la película, antes del trágico suceso, se
muestran escenas escalofriantes de Robert Fort durmiendo en la cama de Jesse, luego
utilizando sus zapatos y otra serie de perturbadores comportamientos. Entones, Jesse
James le pregunta a Robert Ford: ¿Estas tratando de ser como yo o estas intentando ser
yo?
La moraleja del filme es que todos podemos estar en búsqueda
de ejemplos a seguir y que no está mal imitar actitudes de personajes
destacados en tanto tenga un propósito pedagógico o de superación propia ¿se
imaginan un mundo lleno de personas que sigan el ejemplo de Nikola Tesla?
No obstante, lo problemático (y quizá patológico) se
encuentra en los comportamientos al estilo Robert Ford, es decir, perder
completamente la identidad propia y tratar de apropiarse —muy subjetivamente—
de una identidad ajena: verse al espejo y autopercibirse no solo como Jesse
James sino encarnando al propio Jesse James.
Quizá es prejuicioso afirmar que conductores de la
televisión local como Pedro García y Carlos Rocabado se autopercibían como la
encarnación del mismísimo Tinelli (en aquella época del Bailando por un sueño de Showmatch)
pero no cabe duda que su puesta en escena, imitando cada detalle de Tinelli,
era absolutamente ridícula.
Concretamente, puedo recordar que desde el mundial Francia
98 las grandes empresas en Bolivia como Coca-Cola, Entel Telecom Italia y otras,
ante la imposibilidad de que Bolivia clasifique al mundial, promovieron la
filiación de los consumidores locales hacia otros equipos latinoamericanos.
Había un spot publicitario: una familia miraba el
partido y festejaba un gol, cada miembro de la familia vestía una camiseta de
un país latinoamericano clasificado al mundial: Brasil, Argentina, Colombia,
Paraguay, etc. En su momento se criticó esa falta de identidad nacional pero
luego se convirtió en la regla.
Mucho más adelante, en la época dorada del
Barcelona, los jóvenes de las clases medias paceñas, cochalas y cruceñas literalmente
sentían que pertenencían al Barza o al Real Madrid. Esto, en parte, se
debe a la gran influencia de la cultura PES (Pro Evolution Soccer), videojuego
de lanzamiento anual para los sistemas Play Station y Xbox (de los cuales incluso
se armaron torneos a nivel nacional) pero, por otra parte, tampoco es ningún misterio
la poca identificación con lo local o nacional de estas clases sociales.
Hace pocos meses llegaron a Bolivia la pareja de youtubers del traveling Mateo y Lisana (él de Argentina y ella de Estonia). Cuando
estaban recorriendo un área periférica de Cochabamba, Mateo se alegró al
encontrarse con un hombre que vestía la camiseta de la selección argentina. ¿Eres
de Argentina, de qué parte sos? —Le preguntó— A lo que el boliviano le
respondió “No, soy de aquí”. Mateo puso una cara como de experimentando un corto circuito.
Pues está muy bien alegrarse del triunfo argentino
en el mundial, pero de ahí a sentir el triunfo como propio ya resulta
problemático, incluso —probablemente— patológico, pero patológico en el sentido
de una forma de alienación muy marcada, muy al estilo de realmente disfrutar el
Lamento boliviano de los Enanitos
verdes, cosa que también ha sido muy criticada cada que el grupo daba un
concierto en el país.
Reitero que el ánimo de esta reflexión no es
reavivar algún tipo de xenofobia, pero esta ingenua solidaridad de los boligauchos no es un sentimiento
compartido, no va de ida y vuelta, nada más cabe recordar que la Asociación del
Futbol Argentino siempre ha sido hostil hacia Bolivia con el tema de la altura;
en la capital argentina se utiliza el termino boliviano como insulto (al igual
que bolita).
Otro ejemplo: el 09 de junio de 2021, en una reunión
con el presidente español Pedro Sánchez, el presidente de Argentina, Alberto
Fernández, afirmó: “Los mexicanos salieron de los indios, los brasileros
salieron de la selva pero nosotros —los argentinos— llegamos de los barcos y
eran barcos que venían de Europa y así construimos nuestra sociedad”.
Se armó un escándalo, Fernández se retractó, todos
lo sabemos. Pero el hecho de que un presidente supuestamente alineado con el
progresismo (en el cual se encuentra incluida la solidaridad latinoamericana)
cargue en su imaginario semejante percepción, muestra lo poco que cabe una
solidaridad de retorno hacia Bolivia.
Seguramente la primera reacción a esta crítica será
que las identidades no son fijas, que son variables, que cuando una persona va
al mercado asume la identidad de consumidor, que cuando la misma persona va a
su fuente laboral asume la identidad de empleado y que cuando regresa a su casa
asume la identidad de padre, etcétera, etcétera.
A esa pueril objeción sociológica habría que
responderle con una pisca de evidencia empírica: en todas esas instancias
descritas ¿se cambia de cara, de cultura, de acento, de color de piel?
El problema de fondo es lo frágil (o incluso lo inexistente)
de una identidad nacional, un problema ampliamente abordado en el pensamiento
literario boliviano. En este solo aspecto qué poco ha cambiado el país en su desencuentro
con lo local propio y sobre todo en la falta de aceptación de quienes somos.
__________
Escrito por *Javier García Bellota, enviado a la
Escuela Crítica de Filosofía Política y publicado el 18 de diciembre de 2022.
* Estudios en Derecho, Filosofía y Ciencia Política.
**Imagen tomada de YouTube
Eso significa que cuanto Usain Bolt ganaba medallas y me alegraba me sentía bolijamaiquino, momento y cuando michael phelps ganaba sus medallas y me sorprendía me sentía boligringo y lo mismo si apoyo al barcelona boliespañol, el problema de identidad boliviana no tiene nada que ver con que equipo o deportista apoyen las personas el problema de la identidad está relacionado con el regionalismo en el país que viene de un constructo social de hace décadas, la solución siempre fue y será educación bien enfocada, de filosofía no tiene nada
ResponderEliminary menos de critica.