¿Qué es el separatismo?

 


En el diccionario de política de Norberto Bobbio se define al separatismo como “la tendencia de un grupo social o nacional, incluido en una estructura estatal más amplia, a apartarse, reivindicando la propia y completa independencia política y económica”

Más detalladamente, Fernando Savater sostiene: “El separatismo no es solamente un movimiento político como tantos otros. Hay en él algo especialmente maligno, incluso desde una perspectiva mítico-religiosa. El diablo es, etimológicamente, el separador, dia-bolum, el que desune y rompe los lazos establecidos. La tarea diabólica es la fechoría antihumanista por excelencia, separar a los que conviven juntos y obligarlos a detestarse unos a otros, a alejarse: sembrar la discordia, el desgarro de los corazones”.

Antidemocrático, retrógrado, antisocial, dañino para la economía y desestabilizador también son algunas de las características que Savater atribuye al separatismo.  

El separatismo camba no proviene de una racionalidad sino de una pasión provinciana —marcadamente anticuada— que es articulado, no por multitudes en su ejercicio democrático, sino por los dueños de las haciendas.

La pasión separatista, desde 2005-2008, consiste en la des-identificación con “la Bolivia colla” y en una autopercepción sui géneris de ser un país aparte y de una cultura radicalmente diferente (más cercana a Brasil y Miami que a la Carta Magna de 1825).

Las referencias más despectivas del mundo colla hacia el mundo camba consisten en tildarlos de flojos y tontos, sin embargo, las referencias más despectivas del mundo camba hacia los collas siempre pasa por una valoración estética-racializada.

 Simplismo, reduccionismo, no comprender el mundo camba y ver las cosas en blanco y negro se han convertido en las típicas respuestas a cualquier crítica al separatismo, sin embargo, desde el occidente boliviano podemos preguntar ¿qué complejidad contiene el “proyecto” de la “nación camba”?

Probablemente, desde la modernidad, estamos malacostumbrados a creer que toda manifestación multitudinaria (como el pueblo en las calles de Paris contra la monarquía absolutista) lleva una consigna liberadora y reivindicativa de una moral o una razón elevada e históricamente correcta, sin embargo, en la Alemania nazi y en la Italia del fascismo también hubieron grandes cantidades de civiles en las calles que comulgaban con semejantes ideologías

En esa misma línea, en 2005-2008, los dirigentes de la nación camba demandaban que el ingreso de collas a Santa Cruz sea con pasaporte y que exista un carnet de identidad específico para la “república camba”.

Todas estas pasiones discriminatorias (y auto-discriminatorias, es decir, por auto-percibirse como parte de otro país) se manifiestan nuevamente bajo la consigna del federalismo, una pasión, valga la redundancia, muy a la vieja usanza: de formas de organización no funcionalmente modernas como las comparsas.   

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Escrito por Javier García Bellota*, enviado a la Escuela Crítica de Filosofía Política y publicado el 15 de noviembre de 2022.

*Estudios en Derecho, Filosofía y Ciencia Política.

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