Racismo ejercido por mujeres: Caso Albertina (2da parte)

 


Cualquiera puede ejercer el racismo, sin embargo, muy poco se ha escrito y estudiado sobre las particularidades del racismo femenino, es decir, del racismo ejercido por mujeres hacia otras mujeres, el cual es muy frecuente en Bolivia y su grado de violencia simbólica es equiparable a la violencia física masculina.

Los titulares de Unitel y El deber decían “Albertina pasó un momento incómodo en la ExpoWarnes” pero observando el video sobre lo acontecido, de ninguna forma se ve a una Albertina incómoda, todo lo contrario, se ve a una joven que con bastante tranquilidad dice “por favor” ante una agresión frontal y premeditada de otra mujer, una entrevistadora. Incluso, varias personas comentan que la tiktoker potosina se comportó con mucha humildad.

¿Entonces dónde radica realmente la incomodidad de la que hablan Unitel, El deber y el resto de medios que se alinearon al titular?, ¿no será que acaba de constituirse otra evidencia de la incomodidad que sienten las personas conservadoras frente al éxito mediático y (más o menos) económico de Albertina? Dicho de otra manera, el titular generado por Unitel y El Deber también es un ataque malintencionado hacia la expresión de un fenómeno social contemporáneo con el cual se sienten bastante resentidos.

“Imilla”, “igualada”, “potola”, “campeche” e “indiaca” son algunos de los adjetivos racistas con los que personas conservadoras se refieren a la tiktoker boliviana tanto en redes sociales como en conversaciones casuales.

Ahora bien, no estoy afirmando que el odio racial citado anteriormente es necesariamente exclusivo de mujeres puesto que los hombres también se refieren a ella de formas sumamente denigratorias, pero vale la pena resaltar que puede notarse alguna diferencia en cómo están articulados los insultos.

Recuérdese que la estrategia social racista típica boliviana del “mejoramiento de la raza” es una violencia ejercida tanto por hombres y mujeres pero que muy poco se ha registrado o anotado respecto a las mujeres.

Existen mujeres que en su selección de parejas manifiestan el más atroz racismo en contra de los hombres que no se ajustan a los estereotipos de pretensión occidental al igual que contra otras mujeres con las cuales se sienten en “competencia” por una determinada pareja. Dicho de manera más simple: en la vida nocturna, discotecas, aplicaciones de citas y otros entornos de socialización el racismo se hace presente con toda drasticidad.

Sin embargo, esta drasticidad no siempre puede ser visibilizada porque no se manifiesta en el ámbito puramente político, por el contrario, se manifiesta en un ámbito cotidiano de mucha complicidad entre las personas que ejercen este tipo de racismo y, claro está, la forma en que se articulan los ataques a Albertina es la evidencia que conduce hacia dicha complicidad.  

De lo contrario, ¿por qué el caso Albertina genera tanta molestia en las redes sociales?

Ya vimos el más nefasto criollismo paternalista por parte de Leonel Fransezze cuando le ofrecía a la tiktoker ser su mánager, es decir, el mensaje subyacente de su propuesta fue “tu mánager local es un completo ignorante respecto a las dinámicas modernas de la industria mediática, solo yo, que estoy más cercano a la modernidad, podría hacerte conocer el verdadero éxito” (como si Albertina de por sí no fuera ya todo un éxito mediático).

Del mismo modo, recuérdese cómo Claudia Arce y los otros conductores en el mañanero de ATB (incluido Fransezze) se referían a Bertha Acarapi —quien es licenciada en comunicación social— pues nunca como colega, como licenciada o como señora (siendo Acarapi mayor que ellos), siempre como "Bertita", es decir, como la clase media mestizo blancoide se refiere a sus empleadas, es decir, siempre infantilizándola, nunca tratándola como a igual. Ciertamente, ese diminutivo no aplicaba para ninguno de ellos, solo para la mujer de pollera. Ese trato es fuertemente racista pero que no aparece tan notoriamente en el plano puramente político.

Personalmente, apenas en una clase sobre feminismos de Rosario Aquím pude atestiguar un llamado a la reflexión sobre el racismo ejercido por las “mujeres blanco-mestizas” contra las mujeres de pollera y los hombres de abarcas. Después, María Galindo en una de sus barricadas mencionó el racismo “erótico” practicado por hombres de origen rural cuando abandonan a su pareja luego de adquirir un cargo público y con el afán de vincularse a una mujer de la ciudad. Pero no hubo más desarrollo del concepto ni de cómo ese tipo de racismo opera de mujeres hacia hombres, algo que también es muy propio de la ciudad.

La agresión verbal racista de la entrevistadora hacia Albertina, al igual que la cantidad de seguridad que necesitó la tiktoker en la ExpoWarnes es prueba que prevalece la molestia sobre los cambios sociales y políticos de las últimas décadas.  

En cualquier caso, se requieren estudios que aborden esta otra dimensión del racismo en país.

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Escrito por *Javier García Bellota, enviado a la Escuela Crítica de Filosofía Política y publicado el 23 de agosto de 2022.

*Estudios en Derecho, Filosofía y Ciencia Política.

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