Matrix Resurrecciones: ¿una decepción filosófica y cinematográfica?
Si la última década se caracteriza
por algo, es por la gran cantidad de películas que decepcionaron tanto a
cinéfilos como al público en general.
Las películas de fines de los años noventa y dos mil, cuando fueron integradas al paradigma del cine digital o de efectos por computadora, fueron severamente criticadas de no corresponder al arte cinematográfico. Hoy en día, aquellas películas —en comparación a las recientes— son verdaderas "obras de arte" o dicho de otro modo: las películas actuales son tan malas que las películas de hace una o dos décadas se ven como autentica cinematografía.
La pandemia del coronavirus no solo
afectó directamente las recaudaciones en taquilla por la imposibilidad de
asistir a las salas cine sino que también terminó de liquidar cualquier resabio
de creatividad tanto a nivel de guiones como de realización audiovisual. No en
vano, el aclamado director italoamericano Martin Scorsese sostuvo que las películas
de superhéroes del cine actual dejaron de ser cine y pertenecen a la categoría
de entretenimiento de un parque de diversiones.
Ya desde hace veinte o treinta años
se arrastra la crítica de que las películas se enfocan demasiado en lo visual y
que descuidan completamente el guión, a diferencia del cine de hace cuarenta
años dónde todavía todo lo que importaba era contar una buena historia, es
decir, una historia coherente y entretenida sin importar el género (drama,
fantasía, etc.) al que pertenezca.
Hay mucho de filosofía en el cine y
mucho del cine en la filosofía. El avance de la técnica cinematográfica se
parece mucho a la estructura de las revoluciones científicas de Thomas Khun, en
la cual el salto de un paradigma científico a otro es consecuencia de una
revolución que proporciona, entre otras cosas, una mejor manera de explicar las
cosas. Así, en el cine, cada cierto periodo estamos frente a un director o
película que narra audiovisualmente de una manera innovadora y bien diferenciada
de lo que se conocía previamente.
Lo propio sucedió con Matrix (1999), la cual incorporó una
manera revolucionaria e innovadora de presentar las secuencias de acción
filmadas con más de un centenar de cámaras alrededor de un personaje para
generar ese efecto característico de esquivar las balas en cámara lenta.
Pero las innovaciones de Matrix no solo fueron a nivel cinematográfico
ya que nos trajo de vuelta la fundamental alegoría de la caverna de Platón, consistente en abandonar el mundo de las ilusiones para acceder al mundo real
mediante un proceso doloroso y de sacrificio que promete una sola cosa: saber
la verdad.
La particular manera en que la
película presentó la alegoría de la caverna dio mucho de qué hablar, no solo en
las aulas de las universidades sino también en la cultura de masas. Matrix provocó el “despertar” de un
numeroso grupo de adeptos que le tenían mucha fe a la continuación de la
historia del elegido en Matrix Recargado
(2003) y Matrix Revoluciones (2003).
Las secuelas tuvieron opiniones divididas,
hubo quienes las celebraron y otros que las vieron innecesarias puesto que la película
original de 1999 ya planteaba y resolvía todo el dilema de la trama filosófica.
Aun así, las secuelas fueron valoradas como buen entretenimiento, después de
todo, la abismal cantidad de dinero gastado en efectos especiales tenía que
tener algún rédito, además de la recaudación en taquillas.
Pese a todo, en cuanto a nivel
filosófico se refiere, las Animatrix
(2003) fueron las que verdaderamente exploraron y explotaron todo el potencial
de la trama, no hay quien dude de ello. Las Animatrix
son una colección de nueve cortometrajes que explican todo lo que sucedió antes
de la Matrix y algunos de ellos son
la antesala para los eventos de Matrix
Recargado.
La franquicia de Matrix fue bien explotada igualmente por
los videojuegos en los cuales la historia oficial se seguía desarrollando
incluso después del épico final de Matrix
Revoluciones.
Ahora, la pregunta es ¿realmente era
necesaria una nueva Matrix?
En general, las películas de la
última década son tan malas que Hollywood recurrió a la estrategia de revivir
franquicias, lo estuvo haciendo bastante y es algo que termina siendo mucho peor,
hay una suerte de profanación de sagas que tampoco requerían de más
continuaciones.
En Matrix Resurecciones (2021) participa solo una de las directoras (Lana
Wachowski) prescindiendo de todo el equipo técnico que la acompañó en la
trilogía original, carencia que se nota de entrada en el tráiler de la nueva
entrega.
Cuando se anunció el retorno de Matrix, Lana Wachowski aseguró que las
ideas filosóficas de la trama iban a estar mucho más acentuadas además de
actualizadas a las discusiones filosófico–políticas del siglo XXI. Según ella,
la nueva película iba a dar forma a los debates actuales de la misma manera en que
la película original lo hizo en 1999.
Si es que esta nueva película ha
dado algo de qué hablar, además de la pobreza cinematográfica, la simpleza de trama
y la profanación de la trilogía original, es la carencia de ideas filosóficas o
siquiera de ideas políticas.
Matrix Resurreciones se parece más a una parodia de Netflix que a una
película diseñada para las salas de cine.
Por cierto, la profanación de la
trilogía original consiste en que esta se reduce a un videojuego que habría
creado el personaje Thomas Anderson (Keanu Reeves) en esta nueva película. Es
decir, toda la mitología y trascendencia que emergen de Matrix (1999), en la película actual, es la fantasía de un exitoso
diseñador de videojuegos con ligeros problemas psiquiátricos.
La película, en estricto sentido, no
es una continuación de Matrix
Revoluciones, es decir, no desarrolla la historia sino es un refrito que
recurre cansadoramente a todo lo planteado por la primera película. Ni siquiera
cuenta con el reparto original, notándose demasiado la ausencia de Laurence
Fishburne (Morfeo) y Hugo Weaving (Agente Smith).
Sin más animo de spoilers, Matrix Resurrecciones se suma a la larga
lista de películas dignas de olvidar…
_________
Opinión de Javier García Bellota*,
enviado a la Escuela Crítica de Filosofía Política y publicado el 29 de
diciembre de 2021.
No encuentro ningún argumento sólido para un juicio tan lapidario. Me parece muy olvidable tu artículo. ¿Te pagaron por escribirlo?
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