ETERNA JUVENTUD
Sentirse joven. Querer ser joven. Permanecer joven y
parecer joven. Todos estos aspectos constituyen aspiraciones cada vez más
difíciles de alcanzar para aquellos y aquellas que desean parar el curso del
tiempo en sus vidas. Estas personas, en realidad, desearían no sentir que se
hacen viejas, que el vigor y frescura de la juventud aún están vivos en sus
cuerpos y, desde luego, en sus espíritus. Así, nuestra sociedad va prolongando
el "ser joven". Se dice que si alguien tiene 50 o 60 años "aún
es joven". Inclusive si alguien ya está cerca de los 70 años, es posible
decir "no es tan viejo".
Tenemos miedo a envejecer, a perder el vigor juvenil y
sentir que nuestras fuerza y agilidad van decayendo. Tenemos miedo de que
nuestro cuerpo deje de ser joven y por tanto agradable al gusto de los demás.
Muchas mujeres tienen el miedo de perder la figura de su cuerpo y que con la
edad empiecen a tener un aspecto de "señora", es decir, de una
persona mayor para la cual los placeres de la juventud ya casi no existen.
Muchos hombres tienen el miedo de no parecer demasiado fuertes, miedo a perder
masa corporal, a perder el cabello, miedo de parecer cansados y encorvados y,
por tanto, de ya no ser buenos amantes. Muchos, en fin, tienen el miedo de sentir
la decadencia en sus cuerpos y sentir que la vida se les va.
Uno pensaría que este miedo obedece al miedo a la
muerte, pues un viejo, en teoría, está más cerca de la muerte que un joven. En
teoría. Pero pienso que el miedo en nuestra sociedad a ser viejos no obedece al
miedo a la muerte. Se trata de algo más banal y superficial. Tenemos miedo a
ser rechazados, excluidos de la sociedad que constantemente se renueva con
nuevas generaciones y permanecer solos y aislados. Inútiles y desarmados ante
las emociones fuertes de la vida.
Es tan fuerte el miedo a ya no ser jóvenes que
declaramos la guerra al tiempo que provoca los estragos en nuestro cuerpo.
Podemos realizarnos operaciones estéticas. Dejar de comer cosas que engordan o
deterioran. Hacer ejercicio físico. Ser mejores amantes o juntarse con gente
joven. Podemos hacer esto y más, y así sentirnos mejor y más jóvenes. Mantener
el espíritu joven, ya que el cuerpo constantemente se muestra rebelde en
mantenerse joven. Todo, menos sentirse viejos. Eso no.
Y transcurren los años y probablemente se cumpla el proverbio que dice "quien no quiere envejecer, envejece mal". ¿Cuántos integrantes de nuestra especie humana han deformado su cuerpo, su belleza natural por someterse a un tratamiento o a una operación mal llamada estética? ¿cuántas personas pierden simultaneidad y deciden tomar un papel falso en la sociedad? ¿cuántos y cuántas no se sienten mejor viéndose más jóvenes de lo que realmente son en las pantallas de Facebook o Instagram?
Rebajarse la edad. Usar aplicaciones o filtros digitales para arreglar los defectos de nuestro aspecto físico real. Siempre aparecer felices y sonrientes. Acostarse con alguien para sentir que nuestro cuerpo aún siente. Mantener la capa externa radiante mientras se pudre el interior frustrado y triste. Esto se vuelve cada vez más difícil de mantener y más incómodo de admitir. Es la conciencia la que mata cuando el espejo refleja un Yo que no queremos aceptar, admitir, apreciar.
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Escrito por Mauricio Montealegre*, enviado a la Escuela Crítica de Filosofía Política y publicado el 14 de octubre de 2021.
*Estudios en Filosofía y estética.
**Imagen editada por Luis Céspedes (Karonte).
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