Fútbol boliviano: el autogol permanente de una élite
“Pero cuando
se premia algo como bueno algo que no es bueno, que es casual, eso sí es muy
dañino para todos, porque enseña que un atajo lleva al objetivo, y un atajo,
normalmente, no lleva al objetivo”. Con esas palabras Marcelo Bielsa, técnico
argentino que entre otras cosas le negó el saludo a Sebastián Piñera en la
Moneda, nos lleva a una reflexión moral sobre el fútbol como un hecho social
que tiene trascendencia en nuestras sociedades latinoamericanas. Deporte
determinado por las oligarquías nacionales que imponen la hegemonía, como diría
Gramsci, en cuanto a narrativas, símbolos y proyecto de clase.
En ese
sentido, realizando un breve análisis del origen del fútbol boliviano se
evidencia que nació de una profunda contradicción entre la “gente bien” y los
obreros, en el Oruro Royal fundado de 1896, sólo podían jugar ingleses y mano
de obra calificada de los ferroviarios. Esa división se mantuvo hasta bien
entrado el siglo XX en clubes como The Strongest, National Football
Club y Thunders donde los fundadores provenían de una clase media
alta y blanca, que entendía el fútbol como un capital cultural propio de las
oligarquías regionales e intentaba reproducir la forma organizativa y léxico de
Inglaterra . Existen versiones que en el oriente boliviano se fundó el Cobija Football
Club producto de la extracción de goma y castaña, donde se habría mantenido la
lógica privada del entretenimiento.
Es así, que en
la década de los 70 se funda la Liga Profesional del Fútbol Boliviano, que era
un intento de profesionalizar el fútbol, como tal generar oportunidades de
negocios. Personajes como Mario Mercado (alcalde de La Paz por ADN) y Rafael
Mendoza Castellón, empresario ligado al rubro de las bebidas y papel fuerón
grandes impulsores, quienes entendieron como nadie la proyección que brinda el
fútbol como espacio de reproducción de capital financiero y político.
Pero a
diferencia de otros países de la región con el mismo modelo de campeonato y
nivel de jugadores, los éxitos durante el siglo XX fueron escasos, una
clasificación al Mundial de 1994 y un Sub Campeonato en la copa América de 1997
¿A qué se debe tan bajo nivel de logros? La dirigencia del fútbol boliviano,
provenientes de las élites bolivianas, reproducían el modelo administrativo en
el ámbito deportivo, poca inversión en divisiones básicas, visión colonizada
(afuera hay mejor talento que en Bolivia), entender como un hecho individual un
hecho profundamente social y la nula reinversión de las ganancias en los
clubes; siendo los premios económicos botines al mejor estilo de la
partidocracia noventera.
El Siglo XXI
no fue mejor, con contadas excepciones, el triunfo como selección nacional
nunca llegó y a nivel de equipos sólo hasta instancias de cuartos y
semifinales. El modelo de negocio se profundizó inclusive con la llegada de
capital extranjero como es el caso de BAISA S.A. que intentó reproducir lo que
pasa en Europa, sacando el ligero contenido social para constituirse en una
empresa donde el hincha pasa a ser un mero consumidor, aun así la misma lógica
de valorizar el recurso extranjero en demerito de la formación nacional se
impone y no hay renovación constante, requisito actual del fútbol
internacional. Tal vez Bolivia sea el único lugar donde jugadores y
entrenadores que dejan determinado equipo retornan, no consolidados, sino con
peor nivel del que se fueron.
Por tanto, el
dirigente-empresario que maneja el fútbol boliviano sólo vio en él, la
oportunidad de acrecentar su capital, al entender esto como un sistema donde
medios de comunicación, auspiciadores y manejadores de futbolistas tienen su
parte, la competencia y función social está absolutamente relegada. No se da
cuenta que mientras más se privilegia de calidad al espectáculo, es menos
trascendental en el día a día de la sociedad, tienen menos repercusiones sus
acciones y por tanto no gozan del prestigio social que se requiere para saltar
a la arena política como es el caso de Mauricio Macri, que usó a Boca Juniors
para llegar a la Presidencia de la Argentina.
Bolivia parece
compatibilizar tiempos deportivos con tiempos políticos, hoy el país a nivel
futbolístico está sumida en una dura crisis. Con dirigencias paralelas y con
posible intervención de FIFA, el negocio ante todo es de ellxs. Las oligarquías
regionales en su calidad de dirigentes piensan en pequeño en un asunto
universal, al igual que en el ámbito político no tienen un proyecto serio,
entendiendo que un éxito de ese nivel, es un éxito de su clase.
Aunque exista
nuevxs actores, los espacios de decisión todavía son privados, con ningún
equipo admitiendo socixs con voz y voto que participen en asambleas de amplia
convocatoria o jugadores que se identifiquen con un proyecto social, como fue
el caso de Sócrates en Brasil. Una de las posibles soluciones es ampliar la
decisión del hincha, potencializar los campeonatos provinciales y barriales,
apoyar el fútbol femenino y entender que más allá de las ganancias, el balonpié
es un hecho de salud, de creación de lazos de identidad, tiene capacidad
transformadora y estado de ánimo.
Como diría el
gran Albert Camus, arquero y filósofo francés: “Pronto aprendí que la pelota
nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la
vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre
lo que se dice derecha”.
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Escrito por
Diego Jou Ponce*, enviado a la Escuela Crítica de Filosofía Política en Bolivia
y publicado el 07 de octubre de 2020.
* Comunicador
social.
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