Pensar sin desfallecer y vivir por la esperanza
Pensar es un aprendizaje de la imaginación crítica. La filosofía como vocación humana concierne intrínsecamente, existencialmente al ejercicio racional crítico y autocrítico de la imaginación del Hombre en tanto ser singular. Somos seres de razón. Asimismo, gozamos de deseos, pasiones, inquietudes existenciales que hacen de nuestra humanidad un aprendizaje continuo.
De ahí que tanto la razón como las emociones forjan nuestro espíritu e impulsan nuestra praxis cotidiana e histórica en un tiempo y lugar determinados. Sin embargo, en momentos de crisis humana y moral en que las desavenencias, las emociones destructivas, las ambivalencias más profundas inherentes al alma y al accionar de los entes humanos se hacen evidentes (exponiendo sus rostros más temibles y violentos), es cuando urge volver a plantearse las preguntas elementales, con las reflexiones consiguientes, en la intimidad del silencio de nuestra existencia.
Porque la experiencia humana en la sociedad actual (un mundo social egoísta y atomizado, constituido por meros “individuos”) ha sufrido de un sinfín de estragos que demuestran la devoción hacia la irracionalidad más abyecta: el cinismo como postulado (in)moral en la “era del desencanto”. En tiempos de incertidumbre política y pesadumbre existencial es cuando se hace imprescindible el ejercicio de la crítica racional y la reflexión ética personal.
Si bien en América Latina los anhelos de emancipación, autodeterminación, descolonización, propugnados por los sujetos políticos, prefiguraron un nuevo horizonte de “justicia, libertad y esperanza”, no lograron hasta el día de hoy instaurar un proyecto de cambio auténtico de índole ética en las personas y en las sociedades (en sus pensamientos, prácticas recurrentes y pautas de comportamiento) orientado a forjar una comunidad más justa, solidaria y humana.
Como latinoamericanos, en los albores del siglo XX, asistimos de forma incipiente en nuestra historia política autoconsciente a la experiencia emancipatoria de la ´Revolución Mexicana de 1910, cuyo líder más notable fue Emiliano Zapata. Algunas décadas más tarde, en 1959, culminaba la Revolución Cubana impulsada con el objetivo de derrocar a la dictadura de entonces.
Entre aquellos hitos se sitúa el nuestro, el de la Revolución Nacional de 1952, cuya irrupción en nuestra historia hizo manifiesta la realidad en su complejidad y dimensión trágica, mostrando con dureza las contradicciones intrínsecas que desde hace tiempo habían menguado el ánimo de la patria herido, además, por la persistencia vil del colonialismo mental.
En Octubre del 2003 acontece la “Guerra del gas”. Bolivia concurre a la inauguración de un tiempo nuevo en su historia. La configuración de una nueva subjetividad – una subjetividad autoconsciente – caracteriza este periodo, tan lleno de contradicciones como de esperanzas. Un nuevo Estado nacía (el “Estado plurinacional”), fruto de la determinación libre del pueblo. Años después, empero, la debacle fue inevitable. Y ahora al parecer miramos al abismo, nuevamente.
Entonces, ¿qué hacer? Dados los acontecimientos, ¿es pertinente todavía hablar de “revolución” en nuestro contexto político actual? Sobre los intelectuales, ¿qué función desempeñan (o deberían desempeñar) estos en el presente crítico? ¿Cuál su responsabilidad? ¿Se sienten responsables, se hacen responsables, se saben responsables, o qué?
En la memoria histórica de los pueblos persisten incólumes las hazañas de aquellos que lucharon por una legítima emancipación. Por eso ahora, más que ayer, de lo que se trata es del tiempo en nuestra historia de pensar por nosotros mismos con auténtica libertad, es decir, responsablemente.
De esta forma, seremos capaces de configurar un proyecto político razonable y una democracia (acaso más auténtica) conforme al devenir de nuestra subjetividad autoconsciente.
Bertrand Russell decía: “Quienes hayan de sacar al mundo de sus dificultades necesitarán coraje, esperanza y amor”. En el presente crítico corresponde, pensar, y dialogar, sin desfallecer… porque lo otro es la desidia.
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Escrito por Euclides Antonio Dueñas Averanga*, enviado a la Escuela Crítica de Filosofía Política en Bolivia, publicado el 13 de agosto de 2020.
*Filósofo, ensayista, profesor normalista de Filosofía y Psicología y egresado tesista de la Carrera de Lingüística e Idiomas de la UMSA.
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