El error que cometió el MAS con la clase media tradicional


 

Pese a la infamia que actualmente recae sobre el exvicepresidente de Bolivia, por haber abandonado el país en medio de su más grande crisis política (hasta ahora irresuelta), se le puede reconocer, probablemente, el único acierto sociológico que logró en su último periodo dentro de la burocracia estatal: las categorías de clase media ascendente y clase media decadente, como contribución a un mejor entendimiento de las recientes transformaciones de la realidad boliviana.

Si bien Álvaro García Linera (en adelante AGL) supo interpretar la nueva realidad del país, fue incapaz de generar medidas que lidien con la crudeza de su descubrimiento, y como todos lo sabemos, el pasado noviembre (2019) fue avasallado por un movimiento ciudadano que combinaba la clase media tradicional con gran parte de la nueva clase media. El polémico artículo de AGL, La asonada de la clase media decadente, se publicó en enero de 2018, avistando un serio problema político; pero para octubre de 2019, el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) todavía estaba carente de antídoto ante la cruda nueva realidad.

La primera paradoja se encuentra en el hecho de que nadie esperaba que las categorías de clase media ascendente y clase media decadente fueran vociferadas desde la Vicepresidencia del Estado, siendo una instancia que debería representar al conjunto de la sociedad, y no estar segregando, aunque sea sociológicamente, las diferencias de clase entre ciudadanos (por muy ciertas que sean). De ahí que se haya desatado una completa controversia mediática y de que no hayan faltado personas ofendidas por la categoría “clase media decadente”.

AGL, dándose cuenta de la paradoja, apenas tardó unos días en rectificar la categoría “decadente” y la reemplazó por “descendente”, para zafar cualquier evidencia de que estaba criticando a parte del electorado. Aun así, las respuestas no se hicieron esperar, la polémica sobre las clases medias ya estaba presente en el debate público haciendo que todos se preguntaran: ¿qué hace realmente a la clase media?, ¿qué es una clase media tradicional?, ¿qué son las nuevas clases medias?

Actualmente, las categorías de AGL son asumidas directa o indirectamente por la mayoría de los analistas políticos (ya se superó la resistencia que oponían a un comienzo). Explicándolas sucintamente, la clase media tradicional sería una clase en decadencia por haber sido desplazada por una nueva clase media de origen popular campesina que se encuentra en pleno ascenso. El rechazo de la clase media tradicional hacia el gobierno del MAS se explicaría, en gran medida, por haber sido despojada de los beneficios a los que estaba acostumbrada. Ahora, en cambio, se quedarían observando cómo sus ventajas de clase son cooptadas por la nueva clase media.

Probablemente muchos estarían tentados a pensar que el error magistral que el MAS cometió fue no incorporar a la clase media tradicional al proceso de cambio. De hecho, varios analistas señalaron que ese exactamente fue su error: no hacerla parte; no haberla seducido; no haberle dado los suficientes incentivos. Todo lo contrario, lo que más hizo el gobierno de Evo Morales fue incorporar a sus filas, sin ningún requisito mínimo de formación ideológica, a una gran cantidad de funcionarios públicos de la clase media tradicional, al punto que en el órgano ejecutivo ya era excepcional ver un rostro indígena además del presidente.

Hoy en día se sabe que la clase media tradicional, acomodada en el Estado, fue la que filtró todo el material posible para que los medios y redes ataquen al gobierno por todo y por nada. Además, por si fuera poco, el MAS albergó una clase media descontenta y despreciadora de los cargos públicos; pues esta siempre aclaraba que su paso por el Estado era transitorio y que no respondía a ningún compromiso ideológico.

En cualquier caso, el MAS no fue víctima de la clase media, dado que fue el MAS quien deliberadamente decidió “acostarse con el enemigo”, en desmedro de sus propias bases rurales militantes. Lo paradójico también radicó en la conducta de las nuevas clases medias incorporadas al Estado, las cuales claramente tienen un rostro indígena, pero de ninguna forma piensan de sí mismos como provenientes de lo rural, indígena o campesino.

El artículo de AGL ya visibilizaba el problema actual y futuro: si bien existe una nueva clase media empoderada, esta no necesariamente se identifica con los valores familiares originarios de los cuales proviene, sino que trata de emular los valores y el estilo de vida de la clase media tradicional (para sentirse todavía más clase media).

Tanto en el debate público como en el ámbito académico nacional, se discutió, sin llegar a consenso, sobre la ontología de las clases medias, llegando a un resultado poco esclarecedor: la pertenencia a una u otra clase media, tiene más que ver con la autopercepción subjetiva que con circunstancias cuantificables objetivas. Nadie quiere sentirse fuera de la clase media porque, al igual que la condición de mestizo, engloba el ámbito de lo políticamente correcto (y de lo sociológicamente correcto).

La derecha boliviana ha sido la que mejor ha sabido explotar el aglutinamiento de la clase media tradicional con la nueva clase media. A nivel político interno, les queda perfectamente clara la existencia de dos clases medias; pero a nivel político hacia afuera, insistieron en la no diferenciación de clases y que al final de cuentas “todos somos ciudadanos bolivianos”. Esto le sirvió para que la nueva clase media pierda todo temor de verse discriminada en los espacios compartidos con la clase media tradicional durante las protestas ciudadanas de 2017 a 2019.

La nueva clase media por primera vez sintió pertenencia a un movimiento ciudadano tradicional. Está claro que la clase media tradicional supo contener el asco mientras la nueva clase media le hacía el trabajo pesado (enfrentarse a la policía, mantener los puntos de bloqueo, etc.). También quedaba claro que una vez logrado el objetivo político, la nueva clase media nunca sería incorporada a un proyecto conjunto de país.

La radio Panamericana ha jugado un rol fundamental, no sólo como oposición política al gobierno del MAS, sino como bastión de ataque diario (durante 14 años) al significado de lo indígena, originario y campesino. Con su programa estrella, Confidencias, ridiculizaba, sin concesiones, todo lo relacionado al mundo popular, partiendo del acento popular y terminando en su supuesta condición de gente no pensante, no racional, no civilizada, etc.

Un arma ideológica y bien afilada como Confidencias fue exactamente lo que le faltó al MAS, además de no acostarse con el enemigo. Aquel, solo al comienzo de su gestión, articuló un discurso relativamente sólido en cuanto al desprecio por lo privado, lo capitalizado, la ambición desenfrenada del empresariado, los “vende patrias”, una estigmatización del capitalista, etc. Pero poco a poco este discurso fue permeando no solo una gran tolerancia hacia los valores de la clase media tradicional, sino también una suerte de admiración hacia ella (no en vano los altos funcionarios estatales, desde el vicepresidente hasta los ministros, compraban sus viviendas en la zona sur de La Paz).

El rol confrontacionista que caracterizó a la ex ministra de comunicación, Marianela Paco, fue criticado y reprochado hasta por la cúpula del MAS. Sin embargo, Paco nunca perdió de vista el fondo del asunto: la política es antagonismo y los medios de comunicación privados, al ser bastiones políticos de oposición, no perdonarían una sola arremetida en contra suya. Las estrategias de Paco probablemente no hayan sido las mejores, pero ella estaba consciente de que la compra de espacios para la publicidad estatal era una ilusión ingenua que duraría poco tiempo.

El error del MAS fue olvidarse de la noción de antagonismo en la política; fue dejar de ver al enemigo como enemigo; no ridiculizarlo, no cuestionarlo; no hacer mofa de los valores estériles que caracterizan a la clase media tradicional en todo el mundo. No bastaban las racionalizaciones históricas de poca difusión como las investigaciones sobre la década de privatizaciones en Bolivia; se requería una punta de lanza que deje al descubierto las contradicciones ontológicas de una clase decadente por la que nadie sacaría cara.

En el mundo hispanohablante se ha generado una variedad de críticas a la condición de clase media (por ejemplo el síndrome de doña Florinda o el poema a la clase media de Mario Benedetti). Incluso desde el marketing y la auto-superación se critica duramente a la clase media. Recursos no faltaron, iniciativa y claridad sí.

Lamentablemente, al día de hoy, la clase media tradicional en Bolivia se encuentra discursivamente más empoderada que nunca, al punto de otorgarse el derecho de prescribir, desde la comodidad de los medios de comunicación, el deber ser de la política boliviana.

Lección aprendida para el MAS será no intentar sumar a quienes su esencia les reclama a gritos la aniquilación de todo aquel que le recuerde los orígenes étnicos que tan desesperadamente tratan de borrar.

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Escrito por Javier García Bellota*, enviado a la Escuela Crítica de Filosofía Política en Bolivia, y publicado el 03 de agosto de 2020.

*Estudios en Derecho, Filosofía y Ciencia Política.

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